domingo, 14 de marzo de 2010

Solo los navegantes logran escapar de la ciudad laberinto. Elevan sus alas al cielo y ven a lo alto como los muros se van haciendo pequeñitos, pequeñitos. Olvidan reloj, corbata y maleta. Se llevan abrazos,sonrizas y alegrías. En la completa incertidumbre, descubren su lugar ancestral.

Allá, donde llegan, no hay escaleras. Las alturas y los apellidos fueron abolidos desde hacia mucho tiempo. Cumplen el sueño de un mártir, negándose a la clasificación. Su realidad es la acción, la pasión del momento. El desenfreno mismo de la vida recuperando su presente.

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